Mejorar las vías de comunicación para facilitar el transporte de personas, productos y mercancías es crucial para el desarrollo económico y social de los territorios. Para enfrentar esta situación, se requiere una transformación integral que permita modernizar la infraestructura de transporte, fomentar la inversión y mejorar la calidad de vida de los habitantes. Esto implica la construcción de nuevas vías, la rehabilitación de las existentes, la implementación de sistemas de transporte público eficientes y el fortalecimiento de campañas para la seguridad vial.
Esta transformación debe ir de la mano con una estrategia supramunicipal de desarrollo regional, que incluya un ordenamiento concertado y políticas públicas que prioricen el peatón, el transporte multimodal y la protección del medio ambiente. Solo así se logrará un crecimiento sostenible, una respuesta al desarrollo comercial, industrial y agropecuario para una mejora en la calidad de vida de la población. La transformación vial es un imperativo en la subregión. Modernizar la infraestructura de transporte permitirá mejorar la movilidad y los tiempos de desplazamiento y entre otros, lograr un tránsito seguro con bajas tasas de accidentalidad y con ello de mortalidad.
Hace tres décadas, la conectividad, la movilidad y la operación de infraestructura vial dio un gran paso en la subregión. Entramos en la época de las concesiones viales, la operación de un aeropuerto internacional y la consolidación de proyectos habitacionales, empresariales y de comercio que alertaban la inminente transformación y desarrollo de la subregión, especialmente del valle de San Nicolás.
Hitos como la puesta en operación de una nueva Autopista Medellín- Bogotá y la entrada en funcionamiento del segundo terminal aéreo más importante del país, establecieron nuevas dinámicas en el territorio. Por un lado, confirmaron que esta sería la zona de mayor crecimiento económico y poblacional de Antioquia y quizás del país. Y claro; no pasó mucho tiempo para que nuestras vías intermunicipales, urbanas y rurales se quedarán obsoletas, peligrosas y en permanente colapso. Basta recordar los 20 km/h. de velocidad promedio en la vía Llanogrande-Don Diego en fines de semana, puentes festivos y temporadas. Era cuestión de cerrarle el paso a la indiferencia y a no solo dejar la intención, en los programas de gobierno de los candidatos, sino llevarlo a la práctica.
Pasaron al menos cuatro períodos de mandatos donde un escenario como la mesa de movilidad del Oriente convocó a buena parte de la institucionalidad regional y nacional, gremios, asociaciones, corporados, mandatarios, funcionarios, congresistas, concesionarios, dirigentes y un número muy plural de líderes y lideresas que llamaban la atención por soluciones que no se concretaban.
Fueron muchos los encuentros y desencuentros. Los debates y consideraciones para llegar a concluir cuáles eran las obras priorizadas en la subregión. Con el liderazgo de Masora, la Cámara de Comercio, la Corporación Empresarial del Oriente, las Universidades y con el concurso de otros actores públicos y privados se fueron poniendo de acuerdo. Se hicieron ingentes esfuerzos para transformar uno de los asuntos prioritarios en la agenda. Dobles calzadas, transversales, infraestructura ciclista, movilidad sostenible y seguridad vial fueron algunos de los temas que permanecieron en el orden del día.
En 2015, se priorizaron 19 obras de infraestructura vial para la subregión. El paso de los gobiernos de 2015 a 2016 le dio freno de mano a las decisiones y finalmente, fueron otras las prioridades. Posteriormente algunas se retomaron, alcanzaron su estructuración, el cierre financiero y finalmente en su ejecución.
Una doble calzada a Llanogrande, transversales que conectan vías nacionales, un proyecto de ciclo rutas urbanas, puentes peatonales, entre otras se fueron materializando. Otras aún inciertas como glorietas o intercambios como ejemplo, en la denominada zona de industriales donde termina la vía El Tranvía que conecta Rionegro con la Autopista Medellín-Bogotá y la de ingreso al Aeropuerto José María Córdova, que hasta ahora se definen en un proyecto concreto. También siguen pendientes unas vías de mejores especificaciones para la ruta a Embalses y la denominada Ruta del Agua, desde El Santuario hacia Magdalena Medio, unos proyectos de conexión de los Valles de Aburrá y San Nicolás, como la Doble Calzada Oriente DCO, esta última en trámite, pero con exigencias pendientes por cumplir con las autoridades ambientales. Y una no menos importante, como la materialización de licitación para la vía del Renacimiento en jurisdicción del Oriente de Caldas y el Suroriente de Antioquia, donde los habitantes y usuarios del corredor vial Nariño-Sonsón, serían unos de los más beneficiados por esta obra. Igualmente, la vía El Carmen-El Santuario que inició su construcción y espera entregarse en 2024.
Desarrollos que tuvieron en la inversión gubernamental, en las Alianzas Público Privadas APP y en la financiación por medio de peajes y valorización, valorización, respuesta para la ruta del desarrollo que era inminente. Plausible las decisiones que se fueron haciendo realidad y mejor aún la materialización y cumplimiento en los planes de desarrollo, convertidos, aunque de forma no tan rápida, en planes de movilidad locales y regionales.